UITATE

En una de las zonas más recónditas de los Cárpatos rumanos, en plena región de Maramureş, encontramos la aldea de Sârbi. Tras sus grandiosas puertas esculpidas en madera, encontramos algunas de las tradiciones y oficios más antiguos de Europa central. Con una larga lista de maestros artesanos reconocidos a nivel nacional e internacional, esta pequeña aldea mantiene vivos muchos de los oficios que permiten a los lugareños vestir y vivir como sus antepasados.

LANA

Una secuencia de golpes secos te atrae hacia la casa de la familia Haiducean, custodia de un legado de siglos. Ileana Mihoc, junto a sus padres, Jujã y Vasile, mantiene en funcionamiento el antiguo molino de lana del pueblo, un testigo silencioso de tradiciones que se resisten a desaparecer.

fotografo documentalista
documentalista para proyectos audiovisuales

El molino, cuya historia se remonta al siglo XV, fue en parte despojado durante el comunismo, cuando estructuras claves como la vâltoarea, una instalación tradicional que permite lavar la lana, fueron confiscadas por el Estado y reconstruidas en los años 80. Aún así, sigue en pie, cumpliendo su función como antaño. En su interior, el sonido rítmico de la piua, cuyos inmensos mazos de madera impulsados por el agua del rio golpean la lana, ablandándola para su transformación.

A continuación, vâltoarea, con sus torbellinos creados por la corriente del río, actúa como una lavadora natural, apelmazando la lana hasta darle firmeza.

ensayo fotográfico

El proceso continúa a mano, con fusul, uno de los objetos más antiguos y sencillos utilizados para torcer hilos de lana, y que en este caso convertirán la lana en un hilo grueso utilizado como relleno en los telares. Luego, un mecanismo especializado lo afina hasta obtener un hilo delgado, que servirá de guía en la creación de tejidos.

 Finalmente, en el telar, las manos expertas de la familia tejen manteles, decoraciones y hasta prendas tradicionales, esenciales para los jóvenes del ansamblu popular, la asociación local que mantiene vivos los bailes y tradiciones de la región.

Cuando la última capa de la espiral está cosida de tal manera que nunca se deshilachará, el maestro se levanta y dirige hacia su segundo taller. Más que un espacio destinado a trabajar, parece una ofrenda a la vida rural, lleno de tejidos y telas de todos los tipos y colores, un museo particular con grandes colecciones de clopuri tradicionales.

SOMBRERO

Más allá del relajante siseo del alambique del pueblo, pasando por el estrecho camino entre la casa del vecino que es capaz de sacar destilados de cualquier tipo de fruta, entre árboles y jardines llenos de animales de granja, está la casa y los talleres de Vasile Borodi, maestro artesano de clopuri, sombreros de paja tradicionales. Al pasar a su primer taller, donde aplasta y cose la paja, un relajante olor a hierba seca, combinado con los suaves ritmos de su máquina de coser antigua invita a guardar silencio. Con lentitud, pero sin cometer error alguno, el señor Borodi va añadiendo y enlazando en espiral capas de paja a la pequeña cúpula de color beige, que poco a poco va cogiendo la forma de un pequeño sombrero.

Cuando la última capa de la espiral está cosida de tal manera que nunca se deshilachará, el maestro se levanta y dirige hacia su segundo taller. Más que un espacio destinado a trabajar, parece una ofrenda a la vida rural, lleno de tejidos y telas de todos los tipos y colores, un museo particular con grandes colecciones de clopuri tradicionales.

Dejando atrás las impresionantes artesanías colocadas en cada hueco disponible, en una de las habitaciones del fondo, un silbido parece desentonar con la calma de los pasos anteriores. Con un compresor y con ayuda de un molde específico, se le da la forma final de pequeño sombrero alto. 

Ahora solo falta la parte más artística, decorar la base del ala con una pequeña funda, que tradicionalmente llevaría los colores rojo, amarillo y azul de la bandera rumana, pero hoy en día se adornan con una variedad de colores y modelos que intentan simbolizar la vida rural a base de tonos como el negro de la tierra o el verde de la hierba.

Después de mirarlo detenidamente desde todos los ángulos posibles, y palpar las esquinas para asegurarse que queda perfectamente terminado, las rugosas manos del artesano deposita la nueva pieza de arte junto con los demás clopuri de su museo personal.

Vasile Borodi solía llevar sus sombreros a mercadillos de toda Rumania, como Cluj o Constanza, a orillas del Mar Negro, donde turistas con dinero hacía rentable el viaje de mas de 10h en coche. Hoy en día ya no realiza estos trayectos y viajes tan largos, el coste que supone el desplazamiento, el alojamiento y las tasas que necesita pagar para poder participar en estos mercadillos han trasformado su oficio en algo poco o nada rentable.

SANDALIAS

En la idílica aldea de Sârbi, Petru Opriş mantiene viva una tradición que se desvanece ante sus ojos, la creación de opinici, zapatos de cuero que tradicionalmente usarían los campesinos del sureste europea. Siguiendo los pasos de su padre, quien dedicó medio siglo a este oficio, Petru continúa la labor con paciencia y destreza.

El proceso comienza con la selección del cuero curtido, antaño adquirido en la región, pero hoy traído por internet, única forma de acceder a la materia prima. Con manos expertas, Petru corta la pieza según patrones transmitidos por generaciones, modelando el cuero con precisión.

A continuación, perfora los bordes y cose cada zapato con una técnica simple pero muy eficiente que permite darle forma sin necesidad de suelas rígidas, logrando un calzado flexible y resistente. Finalmente, los cordones de cuero aseguran el ajuste perfecto, dando como resultado unas sandalias que han acompañado a los campesinos rumanos por siglos.

Sin embargo, el mundo que una vez sostuvo este oficio ha cambiado. Los mercados donde antaño Petru vendía opincile quedan ahora fuera de su alcance. Con el paso de los años, la artesanía ha dejado de ser un modo de vida y se ha convertido en un pasatiempos, testimonio del pasado. Hoy, en su taller, mide el tiempo en cada costura, en cada par de zapatos que sigue creando, aunque pocos los busquen, el eco de cada golpe de martillo que perfora el cuero cada vez se escuchará más lejos.